Uinen

Al igual que el cuento de Brim se basó únicamente en la escena de la bebida morada, este cuento se basa únicamente en la escena del frío.

No es EL gran cuento, no es mi mejor cuento, ni tampoco es mi peor. Fue difícil escribirlo, pero se hizo el esfuerzo de contemplar las aristas de una mente en declive…

Don’t be too harsh with me…

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El claxón del taxi anunciaba mi partida. Buscando mis llaves tomé mi maleta y abrí la puerta. Los perros comenzaron a ladrar, me deseaban buen viaje en su particula manera de brincar y mover la cola.

Subí mi maleta al taxi y partimos. Dejando atrás mí nido. Cualquier tipo de pensamientos recorrían mi mente. Enumerando todas y cada una de las cosas que debía de traer y podría haber olvidado. Mentalmente me sentí tranquilo, creo que no faltaba nada.

Al final arribamos a su casa. Toqué el timbre, tímidamente. Siempre había considerado muy penoso saludar a sus papás, aún en las veces que tenía que ir. A ella simplemente le parecía gracioso y se burlaba, le parecía tierno decía, sonrojarme y semi-tartamudear, hablar rápido, cohibirme.

Saludé categóricamente a la familia como mi madre me había educado. Agradeciendo el permiso y la oportunidad de invitarla.
Siguiendo los canones sociales, le dieron la bendición, me leyeron la cartilla, y nos rogaron que nos portaramos bien, que nos cuidaramos, y que nos reportaramos para saber que todo estaba bien.

Una vez fuera de los territorios matriarcales, cargué su maleta hasta el taxi y emprendimos el viaje al aeropuerto. Nunca me ha gustado viajar en autobus, me parece lento mortal, quita la emoción y reduce el tiempo. El avión podrá ser más „caro“ pero los beneficios que ofrece valen la pena. Durante el camino fuimos dialogando. Sobre el viaje, sobre la escuela, sobre el futuro, el pasado, el presente, uno nunca sabe qué puede contar que cambie la vida. Qué puede pensar uno que cambie el momento. Qué puede uno sentir que cambie al otro.

Curiosamente la plática se tornó un poco monótona, viajando entre diversos temas sin sentido, algunos decentes, otros perdidos de la mano decente de dios. El murmullo de los pensamientos se elevaban en mi mente. La contempleación de su cara se volvía hipnotizante, sus labios moviéndose solo invitaban a callarla con un beso. La incensatez de la mente se columpiaba entre las lianas del olvido de situaciones pasadas. No existía nada más, solo ella y yo. Mi cara mirándola fijamente, casi podía escuchar al fondo „I really need you tonight, forever is gonna start tonight“, mí mano reptando hacía la suya, al menos para sentir su piel.

El conductor interrumpió el momento preguntando „¿qué aerolínea jóven?“. Mi mano brincó, alejándose de su intento. Mi pensamiento volvió a la realidad, viendo la cantidad de autos rumbo a sus destinos. „Ehh… Este… Espere…“. Recobrando el pensamiento recordé, „Volaris“ – dije.

Deteniéndonos junto a la puerta, el conductor bajó cual gacela en huída. De inmediato le abrió la puerta y decendimos ambos. Pagué, y comenzamos a caminar. Buscando el área de registro de maletas.

„¿Emocionada?“ – pregunté.
„¡Sí!“ – respondió, como niña con juguete nuevo – „¿tú?“ – preguntó de vuelta.
„Pues… Te diré hehehe“ – respondí socarronamente, era mí venganza por no poder haber tocado su mano.
„Eyy… ¿Quieres me voy?“ – sus ojos mostrando ira – „-.-„.
„Hahaha, estoy molestando nada más. Sabes que soy un pequeño trollcito. Nunca diría nada malo de tí“.

Caminamos en silencio hasta el área de revisión. No existe TSA, pero casi nos desnudamos para poder pasar a la sala de espera. Su silencio se volvía lastimoso. Así que decidí tomar el asunto en mis manos. O más bien su mano en la mía.

„Perdón, sólo estaba jugando“ – dije, mientras ella volteaba a verme con cara de ‚te perdono pero ya verás‘ – „Prometo recomensarte“ – dije sonriendo mientras tomaba su mano.
Su cara se transformó en sorpresa, dejando la ira a un lado. Intentando quitarla hizo un esfuerzo por separarla, mis dedos presionaron un poco, entrelazándose entre los de ella. Ante el fallido intento, su cara se transformó en calma, ternura y tranquilidad.

Caminamos por los pasillos buscando nuestra sala, mientras platicaba mis „emocionantes“ conocimientos recién adquiridos sobre el A380 y las maravillas que proveía al usuario. Mi mano cansada comenzaba a soltarla, mientras ella apretaba con más fuerza. Escalofríos recorrían mi espalda cada vez que lo hacía, recordándome lo frágil de los momentos bellos.
Siendo honesto no sé que parecía más eterno, mi plática o los pasillos.

No hacía frío, sin embargo el cielo se veía nublado. Rogué que no lloviera. Mi timing era perfecto, arribabamos a la sala de espera, cuando anunciaban que las personas con pase de abordar impreso se formaran. No hicimos esperar el ansia y nos formamos donde habíamos sido designados.

El piloto se escuchaba amigable. Las azafatas ofreciendo dulces. Los demás usuarios con sus clásicas actitudes de desesperación, corriendo, apretujándose. El choro de seguridad no se hizo esperar. El video continuó y continuó. Ella ni atención le prestaba, miraba la pista por la ventanilla. Siempre me ha fascinado ver esos videos e imaginar qué haría yo en esa situación. ¿Dejaría mi compu o iría por ella corriendo?, ¿Saldría corriendo como señora histérica?, ¿Mantendría la calma hasta que todos corrieran despavoridos, cayendo en las turbinas, destruyéndolas y dando lugar a la huída de los demas pasajeros?.

A mitad del vuelo el frío se hacía sentir. Habían olvidado las azafatas que la playa aún no existía en el cielo y que aún no llegábamos a esta, sin embargo habían sacado los pingüinos. Noté que ella tiritaba de frío mientras continuaba viendo por la ventana.

„¿Frío?“ – pregunté mientras tocaba su brazo.
„Síi-ii-iiii“ – sus palabras salían espaciadas. No traía yo sweater para ofrecerle, obvio, quién lleva sweater a la playa.
Haciendo uso de todo mi valor me acerqué a ella y la abracé. Sus brazos pegados a su pecho, mis brazos alrededor de ella. Presionándola contra mí cuerpo, intentando compartir mi temperatura, el ejemplo más claro y cursi para libro universitario de termodinámica. Su cabeza se recargó en mi hombro.

Poco menos fría, Yog hizo de las suyas. El avión se tambaleó, cruzaba éste un poco de turbulencia. Nuestros cuerpos saltaron, su cabeza se retiró de mi hombro. Volteó a verme. No sabía si era cara de susto, sorpresa, o emoción como la mía.

Mis brazos se aferraron a ella, como si unos brazos supieran volar, o pudieran salvarla de una catástrofe. La turbulencia continuó, haciéndonos brincar a todos en nuestros lugares.

Sin darme cuenta mi cara estaba pegada a la suya, a escazos centímetros. Sus labios se acercaron a los míos, su respiración acelerada por el evento rozaba mis labios. Sin pensarlo nuevamente, terminé de acercarme y la besé. La turbulencia había cesado mágicamente. El beso duró unos segundos, hasta que me separé.

„Pensé besarías peor“ – dijo mientras volvía a acercarse a mis labios.

Y el resto es historia. Con decir que cambiamos de dos a una habitación.