Serpiente a Alebrije
„Qué es esto?“ – me pregunté.
Estaba todo oscuro. No sabía que era ni donde estaba. Estaba cansado, así que me estiré. En ese instante escuché un crujido. Había sido yo?. Me sentía apretado, así que cobijado bajo aquél inmenso manto negro, seguí estirandome.
De pronto se volvió a escuchar aquél crujido, y un haz de luz entró en mi cueva. Me llamó la atención, que era, de donde venía?
Puse un ojito en el orificio tratando de ver de donde venía. Afuera había alguien, instintivamente supe de quién se trataba, era mi madre. Me entró la desesperación, traté de alcanzarla, mientras más lo intentaba, volvía a escuchar aquellos crujidos
De pronto caí de bruces y choque con una roca pero no me dolió, solo pensaba en alcanzar a mi madre. Alcé la cabeza, giré alrededor, pero no la veía. Me arrastré por el suelo, volví a escuchar aquél crujido. Volteé pero no vi nada. En eso baje la vista y bajo mi vientre ví aquella cosa gris clara, casi blanca.
„De ahí debí de haber salido“ – pensé.
Comencé a arrastrarme, buscando aquella obsesión. Crucé el bosque, pero no la encontraba. Entonces me topé con unas cosas largas y gris oscuro. Saqué mi lengua y percibí que eran de mi especia. Pero ellos me veian extraño.
Traté de acercarme para preguntarles acerca de mi madre, pero tan pronto lo hice, salieron arrastrandose.
Comencé a perseguirlos entre la maleza. Estaba por alcanzarlos, cuando algo me llamó la atención. Era algo nuevo, inmenso, más grande que el bosque, se perdía en el horizonte. Me acerqué con sigilo. Agaché mi cabeza y entonces ví aquella horrenda cosa. Me sobresalté y alejé, pensaba huir, pero era más mi curiosidad. Lentamente me volví a acercar y con miedo empiné la cabeza.
Volví a ver aquél horrible ser. En mi espanto se acercó una de esas cosas largas como las que había visto antes, sabía quien era, mi madre.
A escasos centímetros me dijo:
„Hijo, soy tu madre“.
„Lo sé madre“ – respondí.
„Te quiero como a mis otros hijos, yo soy una serpiente, pero…“ – su voz se cortó.
„Pero qué madre?“ – insistí con enojo.
„Pero tu no eres una serpiente, eres un alebrije“ – respondió por fin.
Esa última palabra de mi madre retumbaba en mi cabeza.
„Así que no somos iguales hijo“ – añadió.
Entonces aquellas palabras de sabiduría me hicieron abrir los ojos y recordar, recordar porque buscaba con tantas ansias a mi madre…
En ese momento abrí mis fauces y me la comí.