La excentricidad de las relaciones

Una constante irrefutable en el pensamiento amoroso son las variables socio-razones, es decir, la intensa disertación mental entre las razones de peso y las de no con respecto a la sociedad. Es un hecho de la cotidianidad que es un imposible no quebrarse la cabeza con los broken_heart2ase gunes de la vida. Es una incongruencia pensar que podemos basar nuestras acciones y decisiones sin considerar a los demás, sin embargo, el grado de consideración si varía. Bien decía Sartre que vivimos en un estado de constante angustia, no por otra razón, sino por el hecho mismo de que nos guste o no, nuestras acciones razonadas o no, afectan a los demás.

Ipso facto es imposible considerar que uno puede pensar en una persona sin las consecuencias de las decisiones que tomemos alrededor de esta. En otras palabras, sería inconciente aceptar el hecho que mis acciones respecto a alguien no tienen consecuencia más allá del conjunto en que se aplica la función.

Según la ética, la libertad radica en tener de donde elegir y hacerlo sin ningún tipo de coerción o limitación. Por lo tanto mi libertad es tener parejas de donde elegir y el poder elegir sin ningún problema o limitación. Pero el hecho mismo de vivir en sociedad nos hace tener limitaciones en cuanto a qué parejas podemos elegir. Por lo tanto técnicamente vivimos limitados, lo que por ende concluímos que vivimos sin libertad de elección.

Por otro lado podemos decir también, que vivimos bajo un grado de coerción social. No se es posible considerar una pareja sin las agravantes aunadas a la decisión. Un ejemplo son los padres que les puede desagradar nuestra pareja, la sociedad que defina nuestra pareja de otro ámbito social, los conocidos que consideren a la persona en cuestión como de “moral relajada”, etc. Preceptos (o conceptos) que a final de cuentas nos afectan, ya que si nuestros padres no aprueban nuestra pareja, no podrán evitarnos salir con ella, sin embargo esto no quiere decir que nuestro estado anímico sea el óptimo, ya que no únicamente se tendría que soportar los embates del destino con la pareja (pleitos), sino que se debe de agregar el hecho de los pleitos con terceros ajenos directamente a la relación (una realción es de dos).

La conceptualización de la elección de pareja como una elección razonada, nos lleva a cuestionar los impulsos (instintos). Podremos ver a una persona que consideremos bella, al menos físicamente, pero eso no implica que deba ser la correcta para una relación. Sin embargo el impulso innato es pretender acercarse, flirtear y terminar en la proceación (caso ideal reproductivo). ¿Pero la realidad es o debería ser otra?. ¿Es necesairo en realidad conjeturar y tomar una decisión educada respecto a los impulsos?. ¿Cómo se sabe si la persona tiene valores, moral, ética. Si es una pareja fiel, si tiene pareja actualmente, etc?

Naturalmente la respuesta universal a esta y otras preguntas de su estilo es el *Platicar*. Hasta no entablar una plática con la persona en cuestión no se puede obtener información de entrada, es decir, hasta que no se establezca un canal de comunicación, no se puede saber si se habla el mismo protocolo, o si están en diferentes velocidades de baudios.

Sin embargo sobra la pregunta cuándo y cómo hablar. Por un lado parece redundante el pensamiento, por otro lado innecesario, pero volvemos a la tésis inicial, si no razonamos, que responsabilidad enmarca nuestra decisión?.

Como conclusión me quedo con el pensamiento de que debe haber cabida al razonamiento de nuestras deciciones, pero también me quedo con la pregunta de cuánto hay que razonarlas.

C’est la vie…

FolloUp: Barbie Condeshi