Ética del Ingeniero

A partir de este momento, he llegado a la conclusión que aparte de mis cuentos (ahora normales hehehe), de mis poemas y de mis traumas sociales, ahora me dedicaré a otro tipo de literatura.

Así que a partir de ahora, todas las entradas que no se vean completas aquí y tengan que dar click para continuar leyendo, aceptan los términos de que YO Der Ketzer, NO me hago responsable de si les gusta o no el texto, si les parece feo, bonito, malo, etc… Entiéndanlo… Pueden poner comments „Que asco de persona eres“, pero me VALEN, si no es algo como „Oye porque dices esto“ o „Mejor escribe de x“, etc, no les prestaré atención a los comentarios.

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Rape

Firmo esta confesión, esperando que cuando muera, su familia sepa qué pasó con ella. Ante Dios, mi testigo, para que de fe, de lo que este lobo en piel de cordero hizo a otro de sus hijos.

Todos los días la veía, de Lunes a Viernes. Cada mañana llegaba en su auto, bajando delicadamente, como si el aire la cargara. Sus piernas delgadas tocaban el suelo sobre sus zapatos bajos, unas veces blancos, otras de colores. Pero hoy, venía excepcionalmente bella. Como cada mañana, la observaba escondido atrás de un árbol. Ella sabía que la miraba, le gustaba ser vista. Sus piernas, cubiertas por un mayón blanco, abandonaron el auto, girando lentamente sobre sus nalgas, rozando la piel del asiento. Aquél trasero que tantas veces me había hecho correrme, por las noches, bajo las sábanas de mi cama, abrazando la almohada como mi amante secreta.

Mi cuerpo empezó a reaccionar, sentía la calentura comenzando a recorer mi cuerpo. Se alzó del asiento recargando sus brazos en los costados de la portezuela, sus dedos recorriendo la pintura roja del carro, inspirando deseo, invitándome a tocarla con la mente. Traía un sweater negro que llegaba apenas encima de los muslos. Sus senos redondos, bien formados, firmes se erguían como montañas bajo el sweater, esperando a ser descubiertas. Me imaginé tocándolos, pellizcando sus pezones, besándolos on mis tersos labios, calientes por los pensamientos que su figuraba evocaba en mi mente. Con una mano acomodó el cabello sobre sus hombros, sus rubios rizos enmarcaban su angelical cara, resaltando sus ojos azules en aquella cara bronceada por un sol que se la pasaba admirándola, viéndola, mientras uno celoso de él, vivía en la oscuridad, soñando. Sus labios rosados hacían juego con su color de piel. No tenía una gran boca, pero dibujaba un suspiro en la mía cada vez que ella sonreía.

Por un momento volteó y creí me había visto, como no iba a verme, ella sabía que cada mañana la espiaba. Inclinándose dentro del carro, buscando su carpeta, dejó a mi vista aquella imagen que no pude soportar más, invitándome a entrar en ella, mostrándose como la imaginaba, sus piernas firmes, enseñandome el camino. No aguanté más la idea que ella supiera que la veía, y detrás del árbol terminé, expulsando todo dentro de mí. Cuando recuperé el aliento volteé al carro, ella se había marchado, no la había visto irse pero ¿me habría visto ella venirme?.

Entré a mis clases habituales, pensando en ella, en si me habría visto. El tiempo pasaba, los salones cambiaban, cada vez era más mi aburrimiento y sueño. Eran las cinco de la tarde, treinta minutos más y terminaría mi martirio. No soportaba más aquellas clases, quería llegar ya a mi casa. Sin más tomé mis cosas, las empaqué y salí del salón. Salía del edificio cuando sentí que alguien venía atrás de mí, volteé a ver y era… ella, mirándome con condecendencia.

„Acompañame a mi carro“ – dijo, mientras me entregaba sus libros para que los cargara.
„Pero…“ – iba a preguntar cuando me interrumpió – „¿Te gustó?“. Por un momento casi tropecé con una piedra del nuevo estacionamiento que estaban construyendo. Mis ojos se quedaron mirándola fijamente, asustados. Dio un pasó hacia mí y volvió a preguntar.
„¿Te gustó?“.
Di un paso hacia atrás, chocando con la pared de la construcción. dió un paso más, acorrlanándome.
„Te pregunté que si te gustó“ – preguntó mientras sus manos recorrían mi abdomen hacia el pantalón.
„Creo que sí, porque ya te prendiste… de nuevo“. Su mano recorrió mi entrepierna sobre el pantalón.
„¿Te imaginas que te lo hiciera yo?“.
Como si fuera un conjuro, mi cuerpo se relajó, mis manos soltaron los libros y volví a terminar, dos veces ya en ese día.

Ella comenzó a reirse „Haha, estás chavo aún“, mientras se agachaba a recoger sus libros. Mi mente se desconectó, se llenó de ira. Mis pensamientos se pusieron en blanco. Mi pie la empujó golpeandose en la cabeza con un roca, se desmayó al instante. Estaba parado sobre ella, mis lágrimas cayendo sobre su mayón blanco. Tomé los libros poniéndolos sobre su abdómen y jalándola por los brazos la arrastré dentro de la construcción. Sin dejar huella de lo que había ocurrido. Dejé los libros a un lado y tomé sus manos, usando unos alambras que encontré tirados en la construcción até sus piernas y manos. Me senté a leer „Toma de decisiones para ingenieros“, sumamente aburrido, así que decidí leer „Ética del ingeniero“. Llevaba un par de páginas, cuando volvió en sí. Habían pasado apenas unos minutos, sus ojos comenzaron a llorar.

„¿Qué te pasa?“ – ladraba, al acompás de mis carcajadas, histéricas, pero carcajadas al fin.
„No te preocupes, no te dolerá… mucho“ – dije, mientras sus ojos rojos alimentaban mi placer.
„Para por favor“- rogaba.
„Callate perra“ – ordené, mienras mi mano volaba como saeta contra su cara, sus sollozos se escuchaban aún. Mi mano acarició con furia dos veces más su cara „Que te calles dije“. No se escuchaban más sus lloriqueos, pero en sus ojos se veía el dolor y la vergüenza que sentia al ser humillada.

Mis manos bajaron a sus muslos.
„Mira que bonitos“ – dije, mientras los recorría con las yemas de mis dedos „Cuantas veces he soñado con ellos“. Me senté sobre ella, asegurandome que la grava bajo su espalda se le encajara. Mientras más presionaba, más me excitaba con su dolor, hasta que soltó un grito. „A… al… algo se me enterró en la espalda“ – dijo llorando.
„Vamos a ver“ – dije. Volteándola pecho abajo, vi un clavo pegado a su espalda.
„Mira, creo que ya lo encontré“ – dije, mientras presionaba el clavo encajándolo en su cuerpo.
„¿Es ahí donde te duele?“ – pregunté mientras hundía el clavo hasta le fondo – „Bueno, ya no te va a doler“ – dije mientras me reía.

Tentando con las palmas de mí mano, acaricié suavemente sus glúteos.
„¿Querías que me corriera con ellos verdad zorra?“ – grité mientras arrancaba las mayas de su cuerpo – „Mejor de lo que los imaginaba“ – dije, mientras acercaba mi cara a sus glúteos. Comencé a olerlos mientras los lamía. Su piel broncada reflejaba el deseo. Abrí el cierre de mi pantalón, dejando salir mi miento.
„¿Sientes mi excitación?“ – le susurré mientras el líquido de mi miembro mojaba sus piernas.
„Para, te lo suplico, todo fue un error, no volverá a pasar“ – dijo en llanto.
„Yo sé que no volverá a pasar, de eso me encargaré yo“ – dije, mientras introducía mi elngua en su ano.
„¡Ahhh!“ – gritó – „Para, soy virgen“ – lloró.
Ignorando sus ruegos, introduje mi lengua más. Apenas podía aguantarme.
„Ya estás lista… creo“ – dije, dibujándome una sonrisa en la boca. Me acerqué a su entrada e introduje la punta de miembro, sus lágrimas inundaban el suello…
„Para, me duele, por favor“ – suplicaba.
„Y te va a doler más“ – dije, mientras introducía el resto que había quedado afuera. Lanzó un alarido desgarrador. Comencé a moverme, entrando y saliendo de ella. Después de unos momentos comprendí por qué su grito, su sangre lubricaba la penetración.
„Estás… muy… apretada…“ – alcancé a decir mientras el orgamos invadía mi cuerpo, mis sentidos se desconectaron un momento, mi único pensamiento era que estaba dentro de ella como tantas veces había soñado bajo el agua de la regadera. Me recargué un momento en su espalda oyendo su respiración agitada, acerqué mi boca a su oreja.
„¿Te gusta que termine rápido verdad?. Te voy a quitar lo calentadora.“ – dije, mientras seguía mi mirada fija en un palo tirado a un lado de ella.

Lo tomé con mi smanos y me pusé de pie, apenas tenía fuerzas de implorar más. Lo alcé y solté el primer golpe en su epsalda, apenas había un llanto, solté otro golpe contra su costado, el aire escapó a sus pumones por un momento. Sus labios apenas soltaban palabras.
„Yo… por favor“ – suplicaban sus labios que alguna vez fueron rosas y ahora estaban pintados de rojo, rojo sangre. Tomé el palo y lo puse entre sus nalgas, introduciéndolo en ella. Comencé a penetrarla.
„A ver, quiero ver que lo hagas terminar como a mi“ – dije, mientras hacía más violentas las penetraciones. Por fin me cansé, tantas noches en el baño masturbándome habían hecho floja mi mano. Aventé el palo a un lado.

Tomé sus cabellos entre mis manos y alcé su cara, aún respiraba.
„¿Te quieres ir? ¿Quiéres que te deje en paz?“ – pregunté socarronamente.
„Si“ – apenas escuché decirle.
„entonces limpia lo que ensuciaste“ – le dije, alzando más su cara. Con su boca entreabierta tomé mi miembro entre mis manos y comencé a jugar un poco, cunado estuvo listo se lo introduje en la boca, un poco profundo creo, porque comenzó a tener arcadas. Haciendo caso omiso a sus lágrimas, me dispuse a violar ahora su boca. Después de unos momentos noté que no respiraba más. Solté su cabeza y a 9,8 m/s^2 cayó al suelo. La volví a alzar, la miré y dije:
„Mmm, ni para eso sirves, tan bonita y mira“
Tomé con mi otra mano mi miembro y comencé a masturbarme, hasta que terminé en su cara.

„Mira que asco, mira nada mas como me dejaste“ – arranqué el resto de sus mayas y limpié el semen de mi mano.
„Debí haber hecho que se lo tragara“ – pensé.
Me subí los pantalones y tomé el libro de ética.
„Te dije que no iba a volver a pasar“.

Caminé a la salida, me despedí de los oficiales y me subí al carro.
„¿Cómo te fue hoy hijo?“ – preguntó mi madre.
„Bien gracias“ – respondí, mientras cerraba mis ojos.
Todo el regreso pensaba dormir, dormir como nunca, ya no tendría que soñar con ella.
„Pero murió virgen“ – pensé – „que ético soy“, mientras acariciaba el libro de ética con mis dedos.