El Viaje
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13:23. Estaba muy emocionado, el camino era largo, pero sabía sería ampliamente recompensado. Empaqué mi ropa para cuatro días, quería visitar la ciudad, a lo mejor ve r algún museo, probar la comida local, no sé, lo que fuera, visitar todo. Me subí a mi carro y me dirigí a la estación de autobuses.
14:35. Si no me apuraba perdería el camión de las tres y el tráfico no se veía muy apremiante, seguramente tendría que tomar el siguiente. Por el momento lamentaba haber comprado el boleto.
14:50. Estacioné el auto y corrí a la terminarl, si no había fila alcanzaría a llegar.
14:55. Estaba cerrando la puerta el conductor cuando alcancé a detenerlo. Marcó mi boleto y subí, buscando un asiento, solo de preferencia. Quería terminar mi libro antes de llegar. Me use mis audífonos y abrí la página 327, sólo 30 páginas más, no sería suficiente para las próximas horas de camino. Dormiré un poco, pensé.
20:00. Aún no llegábamos, el viaje se prolongaba más de lo esperado, mi espalda me dolía y el calor se volvía insportable. Continué en mis pensamientos, imaginando la vida, cuando el transporte se detuvo. Los frenos chillaron ante la inercia, los tripulantes brincaban como chapulines en un comal. La gente comenzó a bajar, tomando aire a bocanadas, agradeciendo el final de aquél suplicio.
20:41. Tomé un taxi rumbo a mi hotel, donde me esperaría una gratificante noche de verdadero descanso. Clásico conductor, no dejaba de platicar, hablando como torrente de pus saliendo de una herida. A veces preguntándome cosas y yo ignorándolo con monosílabos.
*¿Es usted chilango verdad?* – preguntó
*Mju* – respondí mientras me volvía a sumergir en mis pensamientos. Él comenzó una anécdota de un viaje que hizo a *La Capital* y de los corrupotos policías abusando de la buena fe de los turistas, clásico.
*¿Y viene de negocios o de placer?* – volvió a preguntar.
*Placer* – respondí, empezanod a malhumorarme por sus interrupciones a mis pensamientos. Sus preguntas socarronas parecían fuera de lugar. Si estuviera por negocio no estaría platicando con un pulgoso, estaría en mi Escalade escuchando las novedades del negocio. Pero que se puede esperar de un vago como yo, con sólo una maleta chaparrastroza, pues que sea un estudihambre vacacionando.
*Llegamos jóven* – dijo en un tono de decepción – *Son $30* – mientras estiraba su oscura mano hacia mí. Me recordaba a los limosneros de la capital. Un taxista allá no se dignaría siquiera a moverse.
*Aquí tiene* – dije, mientras estiraba mi mano para darle un billete de $50.
*Que le vaya bien jóven* – dijo, mientras me devolvía el cambio – *diviértase*.
Bajé del auto apenas cargando mi maleta, el cansancio me vencía. Logré arrastrar mis pesados pies por el corredo hasta la recepción.
*Buenas noches jóven, ¿tiene reservación?* – preguntó el gerente barriéndome de piez a cabeza.
*Sí* – respondí mientras le daba mis datos y una tarjeta de crédito.
*Me voy a quedar sólo cuatro días, sería tan amable de cobrarme de un a vez las tres noches y agendarme un taxi para el cuarto día. A las… dos? O ¿a qué hora es la salida del hotel?*
*A la una jóven* – dijo un poco molesto, como si supiera yo el reglamento del hotel.
*Bueno, entonces un taxi para la hora que sea su salida* – dije de mal humor.
*¿Para la una entonces?* – repitió en tono burlón.
*Si es esa, sí* – respondí con sarcasmo.
*Firme aquí* – dijo mientras me entregaba un recibo y mi llave de mala gana.
Firmé, tomé mi llave y me fuí, huyendo a toda velocidad de tan mal karma. El elevador tardó años en subir, supongo que me había dado la última habitación del hotel. Llegué al cuarto aventando todo, me quité los zapatos echándome en la cama y prendí la tele. Al poco rato CSI se convirtió en Como Soñando Intensamente.
7:00. La alarma de mi teléfono me desperto. Me levante para bañarme, me vestí, tomé la llave del cuarto y partí rumbo al Lobby. Al pie de la puerta me detuve a considerar el clima, seguro una playera bastaba. Cerré la puerta caminé al elevador, habrá sido la luz o mi descanso, pero el hotel se veía más vivo, jovial. Bajé al Lobby para tomar el desayuno incluído en el paquete, después de todo soy estudihambre. Pasaba la mantequilla por el pan, mientras en mí mente repasaba las actividades hoy. Ir al mercado, apunté, luego ver el centro, añadí, y despupés… Después ya veré, depende cuánto tiempo me sobre. De todos modos quedé de verla a las cuatro.
Recorrí la calle independencia, todos los presidentes, el mercado, un par de museos pequeños y apenas e ran las 12.
*Exageré la hora de despertar* – pensé.
El lugar estaba muerto, era la hora de la comida, así que decidí volver al hotel, de todos modos no había que más que hacer. Llegué al hotel y me recosté en la cama, prendí la televisión nuevamente, pero la programación local era pésima, el cable estaba descompuesto. Eventualmente el cansancio del recorrido me venció y caí víctima de él. Y así, pasaron las horas.
17:15. Me desperté de un sobresalto. Mi teléfono vibraba incesantemente, siete llamadas perdidas y dos mensajes sin leer. Contesté rápidamente, aún amodorrado, la mano se me había dormido.
*¿Bueno?* – dije, aún con los ojos hinchados.
*¿Dónde estás?* – carraspeó el teléfono.
*¡Perdón! Me quedé dormido, ya voy para allá.*
Me levanté como galgo, mientras me pasabe el peine por el cabello. Tomé las llaves ys alí corriendo. Minutos más tarde llegué a la ex-cita.
*Lo siento mucho, en verdad.* – dije totalmente sonrojado y apenado.
*Mmm. ¿Y qué tal el viaje?* – la conocía muy bien para saber que estaba enojada y me costaría mucho encontentarla.
*Bien, bien, gracias. En realidad me la pasé dormido haha*.
*Se nota* – dijo en tono sarcástico.
*¡Ay, perdón!
¡En serio!. Prometo recompensarte. ¡Ya verás!* – dije todo rojito.
*Ya veremos. Y qué tal, ¿te gusta mi ciudad?* – preguntó ignorando mi ofrecimiento de paz.
*Pues no es como me la imaginé. Pero si está peor que San Luis. Supongo que porque toda tu vida has vivido aquí la aguantas, pero doce horas y ya no soporto* – dije pensativamente, siempre me ha maravillado la forma del tiempo de viaja, a-la Páramo, en estos lugares. Siemrpe con un sensible paso, ignorando el tiempo mismo, su propio ritmo. Como una canción de antaño que no se deja apresurar por la vida.
*¿Y qué me vas a invitar?, ¿Un Jäger? Hahaha, no no, una cheve para mí* – dije, intentando romper su frío enojo.
Así pasaron un par de horas, salimos y recorrimos parajes que de noche se veían mil veces mejor que de día. Estabamos sentados en una banca del centro cuando empezaron a haber cohetes, algún tipo de fiesta se celebra ba. Me sentí en un pueblo, donde cualquier motivo es bueno para sacar el aguardiente y abrir las puertas al prójimo, sin temor a que te mutilen, como en la capital.
Estabamos platicando cuando un fuego artificial nos agarró desprevenidos, saltando de nuestros lugares, sus dedos terminaron tocando los míos. No desaproveché la oportunidad y tomé su mano, entrelazando sus dedos entre los míos. Ella respondió poniendo su cabeza sobre mi hombro. Así estuvimos un rato más. Viendo a los niños correr maravillados por el juego de luces en el cielo, mientras al fondo se escuchaba la música tan elocucente del lugar. Después de un rato decidimos que ya era tarde y tenía ella que llegar a su casa.
22:00. Plácidamente se ofreció a llevarme a mi hotel, ahorrándome el mareo de los taxis para cobrarme el camino del turista de una cuadra. Cuando llegamos al hotel le ofrecí una copa, alegando ella que no porque tenía clases al día siguiente. Después de estar un rato recargados en la pared de la fachada discutiendo, logré que aceptara.
*Pero sólo una* – dijo, mientras nos dirigiamos al elevador.
Después de servir en un par de vasos un poco de alcohol seguimos plaicando. Ella estaba sentada en la cama y yo en una silla viendo hacia ella. Instintivamente, estirando su mano, encendió la televisión y empezó a recorrer los canales.
*No hay nada que ver, para no variar* – dijo como si hubiera leído mi pensamiento de la tarde – *Mínimo tienes cable*.
*Lo habrán reparado, no había* – respondí asombrado, mientras me llamaba con su mano a sentarme en la cama junto a ella. Acomodé un par de cojines y me abalancé sobre ella.
*Ups, perdón* – dije, riéndome como tonto, mientras le daba un empujoncito.
*Muy graciosito*
*¡Oh pues!, ¿sigues enojada?*
*¿Tu qué crees? Pues no* – respondió, invitando al silencio un momento.
00:00. Recorrió los canales una y otra vez sin encontrar que ver. Sin decir una palabra tomó mi mano entre las suyas y susurró:
*¡Que lento eres!* – mientras acercaba sus labios a los míos. Sus labios se unieron a los míos, la humedad de las lenguas invitaban a la fantasía, la suavidad de su mano recorría la mía mientras la otra exploraba mi pierna.
*Espera…* – dije cuando al mismo instante que hablaba me percaté de una peli porno que había dejad o puesta en la televisión. La s orpresa me dejó mudo un momento que aprovechó para sentarse sobre mi – *…es que…* – iba a continuar mi frase, cuando la calló con sus labios. Mis manos en su cintura estaban inmóviles, las de ella removían mi cinturón lentamente, agujero por agujero. Sus dedos recorrían mi cuerpo bajo la playera. De un brinco se levantó, mientras se quitaba la blusa. Siguiéndola me levanté de la cama, quitándome la player, cuando sus manos aprisionando las mías me detuvieron. No decía una sola palabra, sólo me dejaba adivinar sus deseos a trevés de sus ojos. Su cuerpo desnudo, cubierto solo por el bra, se acercó a mi, pasando mis manos atrás de mi espalda, haciéndome girar para asegurarse pudiera ver la película en la televisión.
Comenzó a besar mi cuello, mi oído, recorriendo con sus manos mi espalda, con sus uñas arallando mi piel. Lentamente fueron bajando hasta mi pantalón, desabrochándolo con una sola mano lo dejó caer, mientras con la otra la metía bajo mi ropa interior, jugando, tentando a la excitación. Acercó su muslo a mi entre pierna, mientras sus manos volvían a mi espalda. Sentí que algo envolvía mis brazos, pero estaba muy concentrado en sus labios, besándolos, para prestar atención a lo que hacían sus manos. Se alejó de mi para retirarse el pantalón y el bra. Sus pechos libres me llamaban como un dulce a un niño. Fue cuando quería alcanzarla que me percate de lo que me había hecho, tomando mi cinturón había inmovilizado mis brazos en la espalda.
*Calma, si no te voy a hacer nada* – dijo, mientras pegaba su cuerpo al mío. Retiró completamente mi ropa y se arrodilló frente a mí, acercando su boca a mi cuerpo.
*No te vayas a venir en mi boca* – dijo con autoritarismo. Mi pensamiento estaba concentrado en su mano para responder.
Su mano se movía rítmicamente, asegurándose que pudiera ver la pantalla de la televisión y a ella frente a mi. Su boca cálida jugaba con su lengua húmeda comigo, excitándome, llamándome al deseo. La soledad del hotel hacia que cada sonido que producía se amplificara. Cuando sentía ella el final se detenía para recorrer mi cuerpo con sus manos y ver mi cara de placer.
Así continuó por varios minutos hasta que se detuvo por completo y se puso de pie. Besando mi cuello y jugando con su mano me empujó al frente, metiéndome el pie. Por la sorpresa y el empuje caí de bruce sal suelo, quedando atonta do y un poco mareado. Soltó mis brazos del cinturón mientras intentaba incorporarme. El dolor del golpera era muy intenso, apenas podía tenerme erguido de rodillas. Tomó ella su bolsa y sacando un par de esposas, sometió mi cuerpo poniéndome en posición fetal, las rodillas sobre el suelo, encorvado sobre mi abdomen, esposando así mis manos a los tobillos. Cuando me hube repuesto del golpe volteé a buscarla, venía entrando al cuarto con una hielera. Se sento en la silla y se sirvió una copa.
*¿Qué haré contigo por haberme hecho esperar?* – dijo cruzando la pierna desnuda.
*Bueno, se me acaba de ocurrir algo* – decía mientras se ponía de pie. Se acercó a la cama y tomó un cojín, quitándole la funda. Metió un par de hielos y con un zapato los aplastó.
*Levanta la rodilla mascotita* – dijo – *¡Ups!, ¿No puedes?* – dijo con su tono burlón al ver mi inmovilidad en el suelo. Tomó una rodilla y la levantó, poniendo los trozos de hielo bajo ellas, un monton en cada una.
*No, espera, prometo…* – recitaban mis labios cuando la ira en sus ojos me hizo callar.
*¿Quién te dijo que podías hablar mascotita?. Creo que necesitas más disciplina* – se acercó a su bolsa sacando un rollo de cinta, camino hacia mí y susurró a mi oído en un volúmen casi perceptible – *Parece que vengo preparada, pero después de treinta minutos que no llegaste, fuí a mi casa y busqué con que entretenerme, o sea tu hahaha. Ahora dí A* – mientras, se quitaba su ropa interior – *Vas a descubrir a que sabe tu ama. Lástima, lo hubieras podido haber descubierto por tu cuenta, pero eres una mala mascotita y necesitas disciplina* – mientras introducía sus pantaletas en mi boca y la sellaba con cinta.
*¿Te gustan los hielos? Refrescántes, ¿no?. Irónico, si te mueves duele, sino también, pero no te puedo mover, así que duele hahaha. Te voy a ayudar a que se deshagan* – su cuerpo volvió a ponerse en movimiento, sentándose sobre mi cadera. Su peso en mí cintura hacía que lso hielos se rompieran bajo mis rodillas, encajándose – *Se siente bien, ¿no?* – decía mientras pasaba un hielo pro mi espalda. Poniéndose de rodillas detrás mío y recostándo su cuerpo sobre mi espalda, bajó su mano a mi entrepierna, masturbándome. *¿Te gustaría que te azote? A las mascotitas malas se les pega, ¿no?. Y tu has sido una mascotita muy mala, dejaste a tu ama eperando* – su mano se movía con más fuerza – *¿Si verdad? A mi macotita le gusta que la azoten, pero dejemos en paz la mano, no queremos que termine antes de tiempo*.
Poniéndose de pie tomó mi cinturón y comenzo a azotar mi espalda, una vez, dos, cinco veces. Volvió a sentarse sobre mi y recorriendo mi espalda con un hielo – *¿Que bien se siente verdad mascotita? Complacer ampliamente a tu ama*. Volvió a repetir el proceso cuatro o cinco veces más, después del vigésimo azote deje de contar, el ardor de la piel no me permitía concentarme en el conteo – *¿Te gusta mascotita?, ¿Tienes sed?* – tomó una botellita de Bacardi que había sacado del minibar y la vertió en mi espalda – *Pensé que el alcohol no se desperdiciaba hahaha*. El ardor era insportable, intentaba retorcerme pero su peso me lo impedía, estaba a su voluntad – *¿Qué haré ahora contigo?* – repetía una y otra vez mientras buscaba en su bolsa.
Tomó su bolsa y se la llevó a la cama, a espaldas mías. Sólo podía escuchar el sonido de cosas moverse dentro de la bolsa. El sonido cesó, la habitación estaba en completo silencio. Se acercó nuevamente a mi, de rodillas, tomando mi cintura entre sus dos manos – *Tengo un nuevo juguetito que quiero probar contigo* – sus uñas recorrían mi espalda. Su mano bajó a mi entrepierna, volviendo a jugar, asegurándose de que no perdiera la erección. Senti algo húmedo y refrescante tocar mis piernas, mi espalda, mis caderas – *Ay mascotita, como lo voy a disfrutar*.
De pronto sentí un dolor, como un cuchillo en mi abdomen. Sus manos firmes en mi cadera encajaban sus uñas en mi piel, ejerciendo fuerza hacia ella – *Ay mascotita, ¿te gusta mi juguete?* – decía esas palabras mientras una sonrisa recorría sus labios, el placer del poder, de dominar mi cuerpo. Cuando hubo entrado completamente dentro de mí comenzó a salir de nuevo, el dolor iba disminuyendo gradualmente – *Un poco más de lubricante. ¿Eres virgen mascotita?. ¡Estás algo apretado hahaha!* – su strapon doble le causaba placer cada vez que entraba en mí – *Mira, con un anillito vibrador trojan. ¿Te imaginas que bien se siente cuando te penetro?* – sus manos firmes todavía comenzaban a relajarse, le costaba menos trabajo entrar esta vez.
Sus movimientos imitaban a los de un hombre. Sus embestidas aumentaban de velocidad. Cada vez más fuertes y más rapidas – *Ay mascotita….* – su respiración era cada más rápida, se cortaba en ocaciones. El aire le faltaba. La sensación de placer dominaba su cuerpo. Sus movimientos delataban su excitaci ón. Su s manos dejaron mi cintura para arañar mi espalda lastimada – *Más mascotita* – sus caderas se tensaban cada vez más al contacto de mis glúteos – *¡Ahh! Estás…* – la sensación de poder se mezclaba con el anillo – *…haciéndome…* – sus uñas se encajaban más en la espalda, el alcohol que sobraba sobre ella se filtraba por las heridas – *…llegar…* – la penetración hacía chocar el anillo con su clítoris, la vibración la excitaba tanto como el strapon dentro de ambos – *…ahhhhhhh…* – las sensaciones mezcladas eran tan intensas que no podía evitar el orgasmo. Sus muslos se tensaron, los músculos de sus brazos se congelaron, su boca semi abierta dejaba salir cada uno de los suspiros que la llevaban a sentir mi cuerpo frente al suyo, rendido, expuesto a sus perversiones. Unos sonidos salieron de su garganta, intentos de gemidos ahogados únicamente por el zumbido del anillo entre mi cuerpo y el de ella.
Su cuerpo rendido se soltó, cayendo sobre mi espalda bañada en sudor, sangre, alcohol y lubricante – *Ay mascotita…*. Sus palabras apenas escapaban al esfuerzo. Recostada sobre mi espalda, aún dentro de mí bajó su mano – *Mmm… Creo que está lista mi mascotita. Complació muy bien a su ama hoy. La hizo muy feliz. Se merece una recompensa* – tomó las esposas y las removió – *Lo que puede hacer una llavecita tan pequeña* – se quitó el juguete de la cintura y me puso de espaldas al suelo, mis brazos a un lado mío, inmóviles, temerosos de que mi ama me castigara de nuevo.
Se sentó sobre mi cintura, lentamente, dejando que mi cuerpo sintiera el privilegio de estar dentro de su dueña – *¿Te gusta mascotita?* – su cuerpo se movía lentamente – *No acabes muy rápido hahaha* – se burlaba mientras ponía sus manos sobre mi [Aquí debe ir una foto, pero no tengo porno normal, cuando la encuentre la pongo] cuerpo, procurando presionar mi espalda contra el suelo. Sus movimientos rítmicos me hacían recordar cuando estabamos al revés, cada vez que bajaba su cadera sobre la mía presionaba mi espalda contra el suelo mojado de alcohol, cada movimiento me hacía recordar un azote – *Con confianza mascotita* – susurraba entre su respiración, mientras tomaba mis manos y las ponía en sus pechos – *¿Te imaginabas que así de bien se sentiría? Entreténte* – mientras ponía sus manos de nuevo sobre mi cuerpo.
Como niño con juguete nuevo comencé a acariciarla, bajando mis manos a su cintura, subiendo a sus hombros, jugando con cada centímetro de su piel que logrará alcanzar – *Ay mascotita… Creo que otra vez…* – su cadera se movía delicadamente – *Dime que quieres terminar* – de un tirón arrancó la cinta de mi boca y sacó sus pantaletas, dejando escapar un suspiro de mi boca – *Pídeme perdón y promete que no llegarás tarde de nuevo*.
*Perdón ama, lo prometo* – los sonidos de mi boca volvían a escucharse después de aquél silencio ensordecedor del placer de ella – *No aguanto más, quiero terminar. Por favor ama, te lo suplico* – dije con la desesperación invadiendo mis nervios.
*Mmm, dejame pensar. Te habrás ganado el final mascotita? Yo creo que no* – las palabras escurrían de su boca como la sangre de mi espalda. Los movimientos cesarón de repente, alzándose un poco para que saliera yo completamente de ella.
*Pero…* – dije con los ojos desorbitados, la necesidad me consumía, mis manos sobre sus muslos inmóviles querían correr a mi boca para callar los gritos de súpl
ica de mis ojos.
*Hahaha. Ay mascotita. Que ingenua eres. Por eso te quiero tanto.* – tomando sus manos entre las mías, las volvió a llevar a sus pechos. Sus movimientos comenzaron de nuevo, esta vez más rápidos, sus manos jugando con las mías entre su cuerpo me llegaban al éxtasis. Sus suspiros se mezclaban con los míos, juntos entonaban la sinfonía del orgasmo. Sus manos apretaban las mias contra su cuerpo, su boca volvía a dejar escapar los fantasmas del recuerdo de haberme tomado. El sabor de sus pantaletas se mezclaba en mi boca con el aire para embriagarme con el orgasmo. Sus piernas aprisionaban mi cuerpo, apretándolo con energía, mis pies estirados apenas podían evitar desprenderse de mi cuerpo, el calor de su cuerpo en mis manos encendía la pasión del final.
Dejando caer su cuerpo sobre el mío recargo su cabeza en mi hombro, mientras su mano recorría un costado mío, buscando la mano que había dejado caer. *Ay mascotita* – suspiraba en mí oído – *Te quiero* – mientras cerraba sus ojos, su mano izquierda sobre mi pecho se relajó. Envolviéndola entre mis br azos la abracé con fuerza, entre sueños lanzó un sonido como de ronroneo y cerré mis ojos. Cayendo ambos perdidos en la inmensidad de Oblivion, soñando en la no che anterior.
10:00. El despertador de mi teléfono sobre la comoda comenzó a sonar, al intentar incorporarme recordé el ardor de mi espalda, apagué el teléfono y ví la nota junto a él.
*No te quise despertar, pero me tenía que ir, tengo clases. Te veo a las 3 pm en la plaza para ir a un lugar que te fascinará. No llegues tarde sino… hahaha. Tu amita.*