Educación

¿Qué es mejor, un profesor que sepa mucho y no sepa enseñar, o un profesor que sepa poco pero sepa enseñar?

Lamentablemente en México se vive un problema muy grave, tenemos las secuelas (aún) de la Conquista, es decir, seguimos siendo un pueblo que requiere de la mano capataz. Partiendo de esta base, es imposible conceptualizar una educación que no dependa del profesor. Debido a esta causa es que la educación actual mexicana necesita de un profesor que “sepa” enseñar en vez de un profesor que sepa mucho.

Es importante también considerar que ésta pregunta enclaustra dentro de sí misma una especie de paradoja (contradicción), ya que es difícil concebir un profesor que sepa poco pero sepa enseñar. Siendo éste el caso, en verdad el profesor no sabe enseñar, sabe repetir perfectamente bien un curso que ha impartido repetidas veces, hasta que sea un maestro en la transmisión de este conocimiento. Este concepto de educación limíta demasiado al alumno, ya que el profesor al saber un reducido espectro del tema, impide que se le dé al alumno respuestas claras, precisas e inmediatas a sus problemas que puedan salirse del tema, llevando así, a que es un mal profesor. Mal profesor porque, como ya se mencionó, al saber poco, quiere decir que su conocimiento es limitado, por lo que el alumno recibirá conocimiento limitado.

Por otro lado, tomando en cuenta al profesor que no “sepa” enseñar pero sepa mucho, es mil veces más preferíble, ya que puede ampliar el rango de conocimiento que se le imparte al alumno, que en muchas ocaciones es más importante la experiencia y conocimiento del profesor para dictar una guía que pueda servirle en un futuro al alumno, es decir, un profesor con limitado conocimiento podrá tener una concepción básica de los rubros donde el conocimiento impartido pueda ser empleado, en cambio un profesor con mayor conocimiento/experiencia, podrá dar una mejor ejemplificación de las áreas donde el conocimiento adquirido pueda ser usado e inclusive podrá dar ejercicios donde este conocimiento se apegue a la práctica.

Posiblemente este concepto se vea ajeno a la realidad en materias como las matemáticas, pero esto únicamente se debe a la ignorancia del funcionamiento de las mismas, por esto mismo haremos uso de un ejemplo que atañe directamente a la materia de la cual se deriva este escrito, la Filosofía.

Hasta donde mi limitado conocimiento alcanza, muchas escuela filosóficas se dedicaron al estudio de la respuesta a: ¿Qué es el conocimiento?. Teniendo así a los racionalistas, empíricos, sofístas, etc, y sus múltiples respuestas. Si el profesor se limitara a impartir el curso según dicta un libro, quedaría claro el concepto de que la Mónada es una porción de conocimiento indivisible (disculpará el lector la poca precisión de este texto, pero su humilde servidor no es filósofo, lamentablemente). Pero en el momento en que el alumno se le ocurra la pícara idea de preguntar “Profesor, ¿es entonces el alma una Mónada?”, sé encontrará con dos soluciones.

La primera con un profesor que sabe poco pero sabe enseñar, y se echará una disertación, para marear al alumno únicamente, pero no responderá la pregunta, o en su defecto responderá: “Buena pregunta, la vemos la próxima clase.”, rogando se le olvide al alumno y ganando tiempo para ir a preguntar al rincón del vago.

La segunda solución es un profesor que sabe mucho pero no sabe enseñar, y el cual se echará una disertación con argumentos, que, posiblemente, de igual manera mareará al alumno, pero con la pequeña diferencia que no es pura demagogia de político mexicano, sino un discurso digno de cualquier gran filósofo de la antigüedad.

Este ejemplo se puede apreciar infinitas veces con profesores que preparan su clase al día, es decir, preparan hoy la clase de mañana y mañana la de pasado, ya que cuando asisten al salón de clases, carecen del conocimiento necesario para resolver problemas, dudas o circunstancias que se puedan presentar ajenas al contexto que preparó.

Regresando al concepto de la conquista y del alumno mexicano, como se dijo anteriormente, es un problema enorme en nuestra educación, ya que el alumno desea ser guiado de la mano por el profesor. Se desconoce en el léxico del alumno la palabra “Autodidácta”, la han sustituido en complicidad con el profesor por “Apatía”, ya que tanto para el alumno y el profesor es más cómodo ir ambos de la mano, guiados por un plan magisterial o un plan educativo.

Esto hace referencia a un profesor que prefiere un alumno que piense, pero poco, para así tener un control mas estable de las ideas y de un alumno que prefiere ser educado en lugar de aprender. Y para ser educados, están los perros. Un perro requiere de un amo que lo lleve de la mano a su área para defecar y se le pegue con un palo cuando desobedezca y un premio cuando haga algún tipo de gracia. Así bien, el alumno prefiere se le castigue con un cero cuando no cumple con tareas y se le premie con diez cuando se aprende el pizarrón, a tener una libertad de pensamiento, decisión y discernimiento de los conceptos aprendidos y la propia voluntad. Y en contraposición el profesor prefiere ser Poncio Pilatos. Una simbiósis alumno-profesor, donde se dá por sentado el sino de cada uno.

Conclusion: Prefiero un profesor que sepa mucho y no sepa enseñar, a un profesor que sepa poco y sepa enseñar.
“El profesor no llega a enseñar al alumno, el alumno llega a aprender del profesor.”