Chacharero
„¿Qué traes contigo?“ – preguntó el niño.
„Chacharas que tira la gente“ – respondió el chacharero.
„¡Woaooo!“ – exclamó con asombro el niño, sus ojos iluminados, abiertos completamente, su cuello de jirafa, aproximándose para intentar ver que traía.
„¿Seguro que quieres ver?“ – preguntó aquél hombre mientras su manos sucias y viejas cerraban aquella abertura que ocultaba el origen de la curiosidad del niño.
„¡Sí! ¡Sí!“ – gritó mientras su sdiminutas manos abrían el costal, experimentando la adrenalina de los tesoros que podría encontrar.
Comenzó a sacar cosa tras cosa. Un corazón roto, botellas de perfume vacías, una bufanda, una falda, unas hojas, un par de libros. Cada una de las cosas cayendo al suelo, esparcidas por doquier, contando la historia de alguien.
El niño en cuclillas comenzó a inspeccionar cada uno de los elementos, haciendo una y otra pregunta, una tras otra.
„¿Qué es esto?“ – preguntaba afanoso, mientras señalaba unas botellas.
„Estas son botellas de alcohol, el perfume de los heridos. Y éstas son botellas de perfume, el alcohol con el que embriagan las mujeres“.
„¿Tú te has embriagado?“ – preguntó el niño asombrado.
„Hace mucho, con un perfume único, especial, de nadie más. Hasta que la escencia murio y tuve que secar mis lágrimas en páginas de poemas“.
„Pues terminé herido y ebrio, sin corazón“.
„¿Es éste?“ – mientras señalaba una piedra roja.
„No, ese perteneció a una mujer, que de tanto amor, el corazón se le secó“.
„¿Y se murió?“
„Hahaha no, vivió hasta mucho después, pero no había ya fragancias para ella, ni forma de que el pecho no le pesara, lentamente se fue desvaneciendo, hasta desaparecer. Y al final, él vendió la piedra como una baratija. Decía que al menos algo iba a sacar de ella“.
„No entiendo, ¿mi mamá tiene corazón de piedra por querer a mi papá?“
„No hehe, ella lo quiere y él a ella, tú eres el ejemplo“ – respondió mientras pasaba su mano por los cabellos del niño.
„Mira, estos son poemas, y estos unos cuentos. ¿Quiéres?, te los regalo“.
El niño asombrado se puso de pie de un salto.
„¿En serio?“
„Sí“
El niño tomó entre sus manos mientras revisaba con detenimiento aquellas ganancias. Hojeó los cuentos sin entender. „La venus en pieles“ decía uno, „Justine“ el otro. Aún no sabía leer bien, así que solo observó las palabras.
„¡Gracias!“ -respondió el niño emocionado, mientras el viejo volvía a guardar todo lo del suelo.
„Solo cuídalas, cuando seas grande y huelas a alcohol, los poemas secarán tus lágrimas y los cuentos te darán calor“.
„El niño sin entender eso último apretó contra su pecho el regalo, mientras acentía con la cabeza.
Los pasos del viejo alejándolo lentamente, hasta desaparecer con sus historias en un costal.
Donde cada quien es su propia baratija.