Brim 6 - Pasiones
„Las pasiones engendran las necesidades. La paz interior se ve mengüada por la intensa búsqueda de felicidad, que de no ser de cara al bien, obliga al vicio y la desventura. ¿Qué opinas tu Brim?“ – pregunte mientras veía sus ojos. Su boca calló. Sin decir una palabra. Mis ojos le suplicaban.
„Si, creo que por ahí debe ser la situación“ – me autorespondí – „o sea, imagina la situación. Yo, omito tu pensamiento, dejas de existir para mí“ – cerré mis ojos y deje que su presencia se desvaneciera – „Simplemente me dedico a pensar en el vacío. Soy una roca.“ – puse mis manos sobre las de ella, tentando su piel suave, delicada bajo la mia. Sus manos tersas me invitaban a recordar lo que se siente tocar las nubes. Podía escuchar su respiración, inmutable.
„Dime, si te olvidara, ¿me olvidarías a mi?“ – pregunté aunque sabía la respuesta. Mandaría su pensamiento a perseguirme – „Yo sé que no. ¿Pero te irías con otro?“ – el monólogo se tornaba flamígero, mis manos tersas se volvieron tensas. Intentó alejarlas, pero la sostuve, como sostiene uno a un gato que quiere ahorcar. Apretando suavemente el cuello, pero con fuerza, viendo sus ojos, acariciando su abdomen con la otra mano. Invitándolo a tranquilizarse, a disfrutar lo inevitable, a sentir la fuerza de los dedos sofocarlo, robarle el aire, la voluntad, la libertad. Su boca entreabierta, como si fuera el mejor orgasmo de su vida, su lengua escapando entre sus dientes, su cola apenas moviendose. Sus ojos en desconcierto total, sin saber que sucede, porque alguien podría hacer eso. Lentamente sus uñas se desvanecen entre sus patadas, su cola deja de moverse, la lengua sin poder escapar queda a medio camino de su boca, sus ojos no lloran, no piden clemencia, tan solo están ahí, fijos, marcando el funesto momento en nuestra mente. La voz interior sonrie, calla a carcajadas los ojos lastimosos del gato. Aún tiene lentos movimientos en el abdomen, esporádicos. Presiona la otra mano, queriendo exprimir todo el aire de su cuerpo, saciando los impulsos, cada vez mas fuerte. La ira llena el cuerpo, el odio, el reconcor, sin poder soportarlo, queriendo ya que muera encaja uno la uña en el abdomen mismo. Un pequeño maullido intenta escapar, pero aprieta uno la mano más. Las uñas logran arañar en un último intento el brazo. Presiona uno el cuerpo contra el suelo, fuertemente, intentando despanzurrarlo. Hasta que se oye un chasquido. El cuello por fin cedió. No sé si murió primero ahogado o por el rompimiento.
Rápidamente solté sus manos, mi corazon se aceleró, la adrenalina fluyó por mi cuerpo. Sentí placer, goce. Abrí los ojos, ella me miraba fijamente, igual que antes. Inmutable.
„Las pasiones“ – continué – „son de esas cosas que suceden. No sabes como llegan, porque están, ni para que sirven. Nos aprisionan, nublan el pensamiento. No sabría que hacer si me faltaras tú“ – no sé por qué dije esas palabras, nunca había sido mía, siempre me falta, siempre me faltó y siempre me faltará – „creo que me suicidaría, no podría vivir una vida de dolor“ – no mentía totalmente, siempre había vivido en dolor por su falta, siempre había vivido en odio por desprecio, y obvio la vida sin su desprecio no valdría la pena – „Creo que terminaría en una bañera, envuelto de mi sangre que me cobijara. El rojo recorrería mi cuerpo como los zurcos ensangrentados de mis lagrimas que bajan por mi cara. ¡Pero te conozco! Me harías sufrir lo suficiente, dejarme desangrar, llorar por tí, rogar por morir rápido y olvidarte. Para llegar en último momento a salvarme, ergir el fuete de tu risa, blandir el látigo de tu desprecio y castigar mis intenciones. Me harías recordar mi pertenencia a tí. Cerrarías las heridas de mis muñecas para abrir nuevas en mi corazón“ – me levanté de mi lugar, giré, dándole la espalda. Crucé mis manos en mi espalda, abrazando una a la otra, dejando que mi pulgar acariciara la arañada del gato.
„Dime, ¿crees que tengo celos de los patanes con los que sales?“ – pregunté mientras miraba ergido hacía el horizonte inexistente, oscuro, sin razón de ser, como cuadro antiguo de hombre de gran alcurnia.
„Naturalmente“ – respondió sin dudar. Por un momento sacudió los cimientos de mi argumento con su respuesta, titubearon mis ojos, pero ella no los veía. Con voz firme continué.
„El que es celoso ama más“ – dije, mientras ella me interrumpía.
„Pero el que no, ama mejor. Ya me lo has dicho infinidad de veces. ¿Pero crees que me amas? ¿Cuándo me pediste permiso para amarme? ¿Cuándo deje que un hereje como tú tuviera tan altísimo gusto y placer?“ – respondió mientras cruzaba las piernas, su falda caía sobre ellas como una cascada de hiel.
„Pero…“ – voltee y la vi. Caí de rodillas ante ella, tomé sus manos entre las mías, dejé caer mi cabeza sobre sus piernas cruzadas – „¿qué otra razón de existir tendría entonces?“
Leopoldo estaría orgulloso de aquella imagen, ella escabullendo su mano de entre las mías como una serpiente, enrollandose en mi cabello, acariciando mi cabeza, abrazando mis pensamientos. Robándose todos aquellos que no le pertenecieran.
„Porque yo así te lo permito, existes porque quiero. Para hacerme felicidad a mi, no a ti, querido“ – dijo mientras se levantaba, apartandome con su rodilla. Caí de costado, la copa en mi mano cayo, derramando su contenido.
„Ves, has derramado el líquido de tu copa. Jamás me tendrás pues eres víctima de tus pasiones. No me amas, solo lo crees. No lo demuestras, solo sigues vicio tras vicio, tus imperfecciones te hacen ser inferior a mi. Eres mi mascota porque te has encadenado a ese cuerpo, eres mi esclavo porque así lo deseas. Jamás serás mi amado, solo serás mi juguete. Pero tus conversaciones siempre son interesantes.“ – decía mientras se alejaba, dejandome en el suelo, de rodillas. Su cuerpo se alejaba por la puerta – „Mañana vengo a ver como sigues, no te suicides aún. Quiero seguir escuchándote rogarme por acabar con tu suplicio. Pero sólo lo haré hasta cuando quieras“.
Mi cuerpo cayó al suelo, viéndola alejarse. ¿Dónde está mi líquido morado?