Barbie Condeshi
*Ey, me dijeron que te dicen Barbie Condeshi y quería comprobarlo y veo que es cierto* – escribí por un momento. Recapacitando, como una saeta, cruzó mi pluma la línea entera, llenándose con tinta el vestigio de una mala idea.
*¿Tu eres Monserrat?, ¿La Barbie Condeshi?* – escribí para volver a dudar y tacharlo. ¿Y si lo toma como ofensa?. Mientras mi mano tachaba la hoja por vigésima vez.
La pluma temblo en mi mano, bailaba al son de la música de mis pensamientos. Palabra que se aproximaba, palabra que chocaba con la irreverencia de la duda. Cada palabra venía a tachar el no. Cada no era devuelto a la vida por la incertidumbre y las preguntas.
Las líneas se mancharon de la sangre de mi pensamiento. El azul recorría las hojas incrustándose entre las palabras vacías, invisibles, ajenas a la realidad.
*Compermiso* – me susurró mientras intentaba pasar atrás mío. La magía de los pensamientos se desvaneció, la realidad se volcó sobre mí como un Tsunami, devorando las ideas como las olas devoran las costas. El temblor de mi mano se convirtió en el temblor de la tierra. No conocía esa voz, pero reconocía los ecos que hacían se simbrara el suelo bajo mis pies.
Haciéndome a un lado y con un ademán, dí paso a su figura que hacía mis palabras bailaran ahora al ritmo de sus caderas. La oscuridad del lugar me hizo recordar donde me encontraba. Lentamente el sonido volvía a mis oídos para llamarme a la realidad. El salón estaba como lo había dejado la última vez que fuí conciente de el. Las personas seguían bailando al compás de la música, mientras los vasos chocaban rompiendo el aire con su ténue silbido. Tomé asiento en mi lugar mientras dejaba de soñar. Volteé a mi derecha mientras asentía a todo lo que mi compañero de al lado decía. Palabras que se perdían en el ruido de mi mente, palabras que se escondían atrás de la música invitándome a buscarlas, mientras yo intentaba ocultarme del pensamiento de ella.
Las horas transcurrieron, su silueta continuaba con su hipnótico movimiento. Sus ojos seducían a mi pensamiento. Su espalda dibujaba una serpiente esperando a su presa, el rabillo de sus ojos cuidándome.
Así transcurrieron los segundos, los minutos, las horas. Hasta que llegó el inevitable momento de la partida. Nuestros caminos se separaban a la distancia, dos rectas distintas cuya intersección era el aquí y el ahora. Su curva asíntota se perdió en mi horizonte de eventos, mi recta simple cruzaba el espacio sin tiempo.
Las nubes flotaban mientras me invitaban a volar con ellas, mis pies comenzaron a elevarse mientras me acercaba al infinito, el espacio se contraía bajo mí, dejando un abismo de nada a mi alrededor, un abismo que me consumía, me comía, me mataba. Un alien de sentimientos en mi pecho buscando escapar, luchando por romper mi pecho para salir y masacrar mi realidad en un grito de soledad.
El destino oscuro y misterioso hizo que nos volvieramos a encontrar. Su recta asintótica era tan sólo un polinomio de tercer grado fracional, una ilusión para una simple ecuación con sólo una raíz vacía. Un beso entre ella y yo estaba totalmente indefinido, una caricia era encontrar mi base, sin asegurarme que fuera una caracteristica de nuestros polinomios (polinomio característico). ¿Sería tan difícil buscar una matriz que nos transformara?, ¿O sólo me quedaba intentar trascender y volverme una matriz transitiva a la solución de mi problema?.
El antro parecía un conjunto de los mismos que encerraba nuestra presencia. El núcleo de nuestra esencia se mezclaba entre los presentes, las conjeturas se mezclaban, las ideas y los pensamientos morían en la oscuridad. El ambiente era tan familiar que me sofocaba. El caminar era un peso en los hombros. Cadenas en mis pies que me frenaban a volar en mis sueños mientras la recordaba.
Di unos pasos más mientras me tambaleaba, de pronto esa verde silueta adivinó mis pensamientos y tropezó sobre mí. Las cadenas que aprisionaban mis movimientos al infierno me soltaron para sostenerla entre mis manos, ambos caímos hacia atrás.
El sillón a mis espaldas apenas pudo alcanzar a estirar sus manos y dejarme caer en su regazo, ella sobre mí. Volteó a verme y mirando mis ojos susurro a mi oído:
*Bebe esto* – mientras acercaba a mi boca un vaso de un líquido de color morado.
*¿Qué es?* – pregunté mientras miraba el vaso asustado. Mi respiración acelerada temía por algo que no recordaba.
*Te dije que nunca sería tuya* – volvió a susurrar a mi oído. Mis poros dejaban escapar esa sensación de conocer esas palabras. El cuarto daba vueltas, mis sentidos fríos congelaban el contacto de su piel.
*¡¡¡Brim!!!* – grité mientras volvía a mi irrealidad.
La gente volteó a verme mientras la vergüenza inundaba mis cachetes.
*Hass… Ich Hasse Sie…* – susurré cuando me retiraba, mientras guardaba a la Barbie en su caja para ponerla en el rincón de mis recuerdos. La Barbie Condeshi que respondía a los caprichos del realismo y una niña Monserrat que respondía al desdén del surrealismo.